La reforma de la Iglesia anglicana no comenzó, como en otros casos, por un deseo de renovación, sino por un acto de Estado. Enrique VIII (1491-1547), rey de Inglaterra, pidió al papa Clemente VII la anulación del matrimonio con su legítima esposa, Catalina de Aragón, para casarse con Ana Bolena. El papa se negó a complacerle, dado que según la doctrina tradicional de la Iglesia no estaba permitido el divorcio. El rey se declaró entonces a sí mismo único y supremo jefe de la iglesia ...