Durante el reinado de Felipe II, España alcanzó la máxima extensión territorial de toda su Historia. Felipe II estaba convencido de que su deber era la defensa del catolicismo y fue el soberano más poderoso de su tiempo.

El reinado de este monarca español se caracterizó por dos hechos: la expulsión de los moriscos y la Tregua de los Doce Años. El siglo en que vivió, el XVII, fue una centuria de crisis.

El reinado de Felipe IV (1621-1665) estuvo caracterizado por el agudizamiento de la decadencia política de España, decadencia que se venía arrastrando desde los primeros años del siglo XVII. El gobierno de Felipe IV se situó en plena crisis económica, demográfica y política.

El reinado de Felipe V, primero de los Borbones españoles, supuso el debilitamiento de España frente a otras potencias europeas. En el interior, el rey trató sin éxito de potenciar el desarrollo económico. Con los Decretos de Nueva Planta, Felipe V hizo que por primera vez una sola ley rigiese todo el territorio de la corona.

El reinado de Fernando VI (1746-1759) fue un periodo de reconstrucción del país. Su política internacional trajo a España un largo periodo de paz, mientras en el interior se producían avances en agricultura, industria y comercio. Se impuso la Ilustración y se sentaron las bases del futuro reinado reformista de Carlos III.

El reinado de Fernando VII se caracterizó por las crisis económicas y los levantamientos, y en él tuvieron lugar tanto la invasión de España por las tropas de Napoleón Bonaparte como su consecuencia principal, la Guerra de la Independencia española. Cuando falleció, no quedó solucionado el problema de su sucesión y se produjeron las denominadas guerras carlistas, que fueron guerras civiles entre los partidarios de los candidatos a la Corona.

El reinado de Isabel II se caracterizó por las sucesivas crisis de gobierno que se produjeron, porque en él se consolidó el sistema político liberal y por la influencia creciente que sobre la política tuvo el ejército. La responsabilidad de la reina en los escasos avances políticos y económicos que experimentó España fue nula, porque delegó casi todas las responsabilidades en sus ministros. Fue derrocada por la Revolución en 1868. Después, se exilió en Francia, donde vivió hasta su muerte en 1904 exceptuando el tiempo en que vivió en España mientras reinó su hijo Alfonso XII.

En el tránsito entre los siglos XV y XVI, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón unieron sus respectivos reinos para acabar con las luchas internas y poner el fundamento de la posterior hegemonía española durante la Edad Moderna.

Tras la invasión islámica de la península Ibérica, muchos de los habitantes huyeron hacia los territorios del norte. Bajo el mando de don Pelayo, el reino de Asturias fue el primero en organizarse como núcleo cristiano opuesto al por entonces inmenso poder musulmán.

Castilla comenzó siendo un pequeño condado fronterizo que protegía por el sur la ruta del Reino de León, pero gracias al empuje de sus habitantes y a la labor repobladora de sus reyes, acabó por convertirse en el principal reino de la península Ibérica.

Heredero de las tradiciones monárquicas visigoda y asturiana, el reino de León vivió una azarosa experiencia en la Edad Media hispánica, a veces independiente, a veces integrado en otros reinos. Durante sus primeros años, se convirtió en la punta de resistencia cristiana contra el poder de al-Andalus. Sin embargo, sus muchos problemas internos, así como la presión de los reinos vecinos, acabaron finalmente por incorporar al reino de León al de Castilla.

El Reino de Nápoles fue uno de los estados en los que Italia estuvo dividida desde la Edad Media hasta el siglo XIX. Se situaba en la parte meridional de la península Itálica.

Formado en los alrededores de la ciudad de Pamplona, el reino de Navarra se convirtió en un puntal del avance cristiano contra los musulmanes. A lo largo de la Edad Media sufrió las ansias de expansión territorial de sus poderosos vecinos, Castilla, Aragón y Francia, pero pudo mantener una organización propia hasta el siglo XVI.

El territorio ocupado por la antigua provincia romana de Lusitania se constituyó primero en condado y más tarde en reino. Las relaciones entre Portugal y el reino de Castilla fueron a veces cordiales y a veces tirantes, pero finalmente los portugueses alcanzaron su total independencia y crearon un gran imperio marítimo y colonial.

Reino creado en Hispania por el pueblo germano de los visigodos, cuya capital era Toledo. Duró unos dos siglos, de principios del siglo VI a principios del siglo VIII, extendiéndose a partir de su rey Leovigildo por casi toda la península Ibérica. Debilitado luego interiormente, el reino hispano-visigodo fue destruido por la invasión musulmana.